UNA MAÑANA EN URGENCIAS

                                

29 de octubre, ya empieza a refrescar, todo el día por delante, ya hice la comida, no tengo nada que hacer, son las siete de la mañana, estoy pensando.

Me voy a pasar la mañana a urgencias, en el hospital, allí no hace frío, hay buenos servicios, me refiero, para mear, y otras cosas, voy hacer un bocadillo de lomo de Ezequiel con un poco de aceite de oliva virgen extra, buen pan de masa madre y llevaré este libro, me gusta el título, “La paciencia del paciente”.

Voy en el tren, es gratis, media hora más o menos y ya estoy en urgencias, me ponen una pulsera, no es de oro, ni de plata, no tiene valor, es un control. Me pasan a una sala, no es de juegos de mesa, es de espera o de desespera, a saber, me siento en una silla, cuento discretamente, somos doce más uno, por si acaso, voy al servicio, me pongo cómodo, discreto, desabrochó el cinturón, también los cordones de las zapatillas, llega la número catorce, una señora muy atractiva, igual está confundida, aquí no hay ninguna boda que yo sepa, todos los respetos, cada uno viste como quiere, nos mira con mirada inquisidora, pero yo a lo mío. Saco el libro, me concentro, va pasando el tiempo, no tengo prisa, los médicos tampoco, en algo estamos de acuerdo, si no tienes prisa llegas primero. Dejo el libro, doy un paseo por la sala, van y vienen, todo normal, son las once, la hora de comer el bocadillo, vengo preparado. Voy a buscar agua a los servicios, que bueno está el bocadillo, alguien me está llamando, no me levanto, vuelven a llamar, “sí, soy yo”, “pasé a esta sala”, “¿sería tan amable de llamar al siguiente?, estoy comiendo el bocadillo, no tengo prisa. Pone mala cara, paso a la sala, “¿qué le pasa?”, “pues miré usted, que para eso es el médico”, “¡que le duele!, “nada, ¿me tiene que doler algo para venir a "urgencias"?, “¿usted no ve que hay mucha gente esperando?” “Si, por eso le dije que llamara a otra persona, yo no tengo prisa, suelo comer a la una más o menos”, “estuve mirando su historia, no veo nada urgente”, “¿está seguro que vio toda mi historia y no hay nada urgente?, pues vaya historia de mierda, yo creí que tenía una historia apasionante así que nada, tranquila, volveré otro día, muy amable”, volví a la sala, terminé el bocadillo, discretamente volví a mirar, conté más de veinte, me quitaron la pulsera, y me subí al tren, ya estoy en casa, voy a comer, tengo que pensar, donde pasaré la tarde. 

   La soledad se combate con la imaginación, y decía aquella persona, buena, o menos buena. 

   A mí eso nunca me va a pasar. 

   V.D.C.S.

La Pola, 29 de octubre de 2025

Comentarios