-¡Hola!, te invito a comer cocido a la madrileña.
-Veo en la foto unos bombones de trufa, me gustan mucho.
-Vale, de acuerdo, yo llevo los bombones para el postre, voy en avión para llegar a tiempo.
-Te mando cuatro letras para decirte que lo siento, no voy a llegar a tiempo a comer. Ha ocurrido algo insólito, cuando faltaba más o menos veinte minutos para llegar al aeropuerto, se paró el avión. Algo había pasado, estuvimos todos esperando más de una hora. El sobrecargo fue a la cabina y descubrió al piloto y a una azafata pecando contra el sexto mandamiento de la ley de Dios. Tanto tiempo parado, me entró el hambre. Solo a mí se me ocurre sacar la caja de bombones de trufa. A mi lado había una señora que casi no cogía en el asiento, pesaba más o menos, cien o ciento diez kilos, y me dice, “que pinta tienen esos bombones, me permite, estoy a dieta, pero por un bombón no pasa nada”. Pues nada, cuatro se comió la señora, y la chica que al lado y una azafata compañera de la pecadora comieron el resto, así que me quede sin bombones. Otro motivo para no ir a comer con mi amiga.
-Por fin llego el avión, me comí un bocadillo de calamares, y de vuelta, otro día será. De lo que estoy seguro es de que no voy a ir en avión más, no me gusta que peque la gente, donde vamos a parar.
-Cierto que en algún momento pensé, “¿y si yo fuera el piloto?... lucifer haciendo su trabajo, cuanto lo siento.
Salud, paz y amor.
Vicente de casa Salvador.
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