No todo era trabajar, también había tiempo para pasarlo bien, casi no había tiempo para pasarlo mal, o por lo menos yo no lo recuerdo. No teníamos nada, pero lo teníamos todo. Alguien pensará, “esto no me cuadra”, tiene una explicación, no había nada de inteligencia artificial, todo era natural, que felicidad, el romanticismo, el tener al lado la persona, hombre o mujer, y si había alguna distancia, para eso estaban las cartas, algunas, cartas de amor.
Cuando estuve en Sama de Langreo por enfermedad, jugaba con dos primas terceras. Una era María Eugenia, (Geni). Cuando estaba en Cerredo de nuevo, nos escribíamos, estaba yo en edad del pavo. Me gustaban todas las chicas, recuerdo cuando empecé a tener novia, pero claro, ella no sabía nada. Fuimos novios dos o tres años, cuando ella se enteró, como siempre, me dejó.
Jugaba al fútbol, a los bolos, no paraba, también tenía que trabajar en casa. Había mucho trabajo, mi padre era minero, éramos siete hermanos y había que ayudar a mí madre. Desde muy joven aprendí a valorar el trabajo. No había ayudas, yo sabía ordeñar, (muñir) y atender el ganado, vacas ovejas, gallinas, (pitas). En casa había de todo, menos plátanos y más frutas que ni conocíamos, la mayor parte de frutas eran silvestres, moras, abrunos, miruenganos (fresas silvestres), ablanas, caruezas, y en invierno, castañas. También había miel, había de todo. También había pescado, truitas, (truchas). Nunca pasé hambre. Me iba haciendo mayor, pero seguía con el mismo problema, no sentaba la cabeza. Que nenas había en Cerredo, las quería todas, era un egoísta. Un día me encontré con una Xana y todo cambio, me enamoré de verdad. Recuerdo una anécdota, yo tenía 18 años, mi padre trajo para Cerredo una autoescuela de Villablino y empecé a sacar el permiso de conducir. Primero la teórica, hacíamos los test en el comedor de casa Pataguin, yo me ponía en la ventana y no miraba para lo que tenía que estudiar, quería ver la Xana, si salía, yo dejaba todo, quería estar con ella. Llegó el día del examen y no tenía ni idea, era en León. Alguien me ayudó, me tocaron los test más fáciles que había y lo aprobé todo, tanto la teórica como las prácticas de coche y de moto. Me vine con el permiso de conducir en el bolso.
Quiero decir que en mi casa había un caballo, Lucero. Cuanto disfruté con Lucero. Después mi padre compró una moto, una Ducati de 125 y empecé a andar con la moto a los 16 años. Me cogió la guardia civil, no tenía permiso, tuvo que bajar mi padre al cuartel de la guardia civil, pero no paso nada y seguí con la moto. Cuando sacamos el permiso de conducir, mi hermano Pepe y yo compramos un coche, un Renault Ondine.
Todo me iba bien, pero un día cometí un error y la Xana me dejó, con toda la razón, siempre estará en mis recuerdos, y también en mi corazón, pues nos llevamos bien, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
La vida sigue, y como no, me volví a enamorar, y me declaré. Ella no soltaba prenda, yo no estaba entre sus proyectos, y llegó la fiesta del pueblo, la nombraron Reina de las fiestas, estaba preciosa. Vino Villablino a jugar un partido de fútbol a Cerredo, ellos estaban en tercera división, no había segunda B, empatamos a cero. El presidente del equipo de Villablino decidió que el trofeo era para nuestro equipo, pues teníamos mérito, ya ellos eran superiores. Y llegó la hora de recoger el trofeo, lo entregaba la Reina, mi hermano era el capitán del equipo. Tuve un reflejo, le dije a mi hermano, que me dejara hacer de capitán, ningún problema. Yo en el campo esperando a la Reina, que venía con las damas de honor y con el trofeo en las manos, todo el público pendiente, se acercó a mí, me iba a dar el trofeo, en décimas de segundos me olvidé del trofeo, y le di dos besos, uno en cada mejilla y quedé satisfecho. Cogí el trofeo y se lo di a mi hermano, ahí queda eso, cuando salíamos del campo uno del público me dijo, “Vicente al padre de la Reina no le gustó que la besarás”, hombre serio, y yo le dije, “a mí si me gustó besarla”. Hoy somos amigos, ella tiene su vida y yo la mía. Nos respetamos, faltaría más, pero siempre estará en mis recuerdos y en mi corazón,
Mi vida en Cerredo fue apasionante, mi familia, mis novias, mis amigos…
Y, para terminar, llegaba la hora de marchar de Cerredo.
No tenía novia, que aburrimiento. Era agosto de 1968, yo trabajaba en la mina picando carbón con una rozadora, el primer día de agosto me quedaba de vacaciones y subí al coche de línea Villablino-Degaña. Al entrar vi una nena hermosa, 16 años, le dedico una sonrisa y ella me devolvió la sonrisa. Era poco trayecto, no sabía dónde se iba a bajar. ¡Bingo!, se bajó en Cerredo. Llegué a casa, cogí la moto, tenía que hacer la braña, ordeñar varias vacas, cuidar los terneros, limpiar, y bajé lo más pronto que pude. Me cambié de ropa, y me peiné, (nunca me peinaba). Mi madre se dio cuenta, “estás nervioso”, me dijo. Salí rápido a la carretera, y ella venía paseando con Rosarito la Pachina. Ni prejuicios ni complejos, me puse a hablar con ella. A los 10 minutos, Rosarito dijo, “bueno parece ser que yo aquí no pinto nada”, y nos dejó solos. Me puso las cosas claras, tenía novio, ningún problema, nunca fui celoso. Hermoso mes de agosto, hoy día somos amigos, se casó con su novio, siempre estará en mis recuerdos y en mi corazón.
Y como no podía ser de otra manera, me falta mi vida en Gijón, apasionante también.
Ahora, Vuelvo a estar enamorado, pero ella no sabe nada y yo no se lo voy a decir, así nunca me va a dejar…
Salud, paz y amor.
Vicente de casa Salvador.
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