Tenía 16 años, empecé a trabajar en Hullas del Coto Cortés, empecé en la fragua, aprendiz con Ramonin de Alegría, un artesano del hierro, hombre curtido, que fácil era aprender cuando empiezas con un gran profesional, pero había más, no me quiero olvidar de Tamargo, era tornero, con el también aprendí a tornear.
Un recuerdo para todos mis compañeros.
Empecé a tener experiencias difíciles de olvidar. Entré a trabajar en julio o agosto, no estoy seguro. Llevaba pocos días trabajando y un día vino Pachin, que era el jefe de taller, se encargaba de todo lo que era el mantenimiento de la parte mecánica y eléctrica, un hombre incansable, ¡ahora le puedo hacer la pelota! EPD, puedo decir con orgullo, que nunca le hice la pelota a nadie.
A lo que iba, llegó Pachin, llegó vendiendo papeletas para la fiesta de San Bartolo en Caboalles de Abajo, yo no tenía dinero, llevaba pocos días trabajando, pero de igual forma me dio la papeleta, y al día siguiente se la page. El día de la fiesta la dejé en casa, y me tocó la cesta, ¡lo que allí había!, mi padre fue a buscarla a Caboalles de Abajo. Dos días más tarde me llamó Don Manuel, (zapatones), que era el capataz del Mangueiro, " hola Canin, buenos días. Lo llamo porque le quiero decir algo”, yo, acojonado, tenía 16 años, “tiene que hablar con su padre para que venga a trabajar al Manguiro, es un buen minero”. En lo de minero tenía razón, pero no conocía nada a mí padre, “vale”, le contesté yo, y me fui. Lo tenía claro, no le iba a decir nada a mi padre, que se lo diga el. Mi padre cuando vino para Cerredo, estuvo trabajando en el Mangueiro, prefiero no entrar en detalles, ahí está la historia de mi padre.
En la segunda semana que llevaba trabajando, otra vez Pachin, “Vicente mañana tienes que ir a hacer en Degaña, un cursillo para ser enlace sindical”, ¿y eso que es?, pues no tenía ni idea, ¿y porque tenía que ser yo?, pues nada, a Degaña que fui, y os lo podéis imaginar, allí unos cuantos, reunidos, hablando de no sé qué, y después a comer, en la misma sindical. Se comía muy bien, y así varios meses, salí igual que entre, en cuanto a conocimientos sindicales, pero lo pasé muy bien, cobrando igual y sin trabajar.
Esto que voy a escribir, seguro que no les va a gustar a la siguiente generación, es su problema. Nosotros, los del taller de mantenimiento, entrábamos a trabajar a las 8 de la mañana, pero nunca sabíamos a la hora que íbamos a salir, incluso pasábamos 3 o 4 días sin ir a casa, y en invierno, la nieve nos llegaba hasta los hombros. La línea de alta tensión que venía de Palacios del Sil, o la línea de Valdés, que llevaba el carbón desde el Manguiro y la Jatera para el lavadero la Caboalles de Arriba, recuerdo que yo, varias veces entraba en la estación del Manguiro a las 6 de la mañana, subía yo solo por la robleda con una buena nevada y sin linterna. Y allí estaba, a las 6 de la mañana, había veces que subíamos más, mi hermano, Plácido.
Por mal que le parezca a alguien, nuestra generación y la anterior, hicimos un trabajo tan importante, para que los que vinierais detrás lo tuvierais más fácil, y así sucedió, ahí está la historia. Solo voy a dar unos datos que, seguro que la mayor parte no conocéis, y gracias a ellos, Hullas del Coto Cortés, los trabajadores, os fue mucho mejor que a nosotros. Es un honor haber formado parte de aquellos tiempos, de aquellos mineros tan importantes para el progreso de Cerredo.
Joselín de la Retoral, Silimbra, Majin, Mesejo, Pepe de Llanelo, año 1963, allí empezó el cambio. Joselín se marchó para Londres, nunca volvió. Majin para Paris, lo mismo. No voy a escribir lo que les paso en los días de huelga, es el pasado, no quiero volver, pero nunca voy a olvidar a estos mineros, alguno todavía está vivo. Lo voy a ver de vez en cuando, tiene 87 años, está olvidado, ahora no produce, es un estorbo para la nueva sociedad, pero es feliz, gracias a él, y más como el, hoy tenéis lo que tenéis, pusieron los cimientos, a base de mucho sufrimiento.
Más o menos, fue lo que pasó en la cuenca minera.
No me olvido de mi vida, vida apasionante, en los momentos de ocio, las novias, el fútbol, las amigas, los amigos y, sobre todo, mi familia.
Seguirá mi historia, nuestra historia.
Salud, paz y amor.
Vicente de casa Salvador.
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