Nací en el año 1948. Los recuerdos que tengo son a partir de los cinco años. Tenía la escuela cerca de mi casa. En invierno nevaba mucho, hacía frío. En algunas casas había chariega, el fuego se hacía en el suelo con leña. Había muchos robles, (rebochos). En mi casa no había problema, había cocina de leña y carbón y alguna estufa de leña. En la corte estaban las vacas, de alguna manera, las vacas eran la calefacción que había, estaban debajo de las habitaciones. Algunos colchones eras de las hojas del maíz, otros de la lana de las ovejas.
Recuerdo que mi abuela, (buelina), calentaba un ladrillo refractario, para cuando iba a dormir ponerlo en los pies, hasta que llegaron las bolsas de agua.
Me fui haciendo mayor y, como no, me pusieron un mote, como a la mayoría. Mi mote era “Dientes de burro”, ¿por qué?, pues porque tenía los incisivos centrales igual que los de un burro, uno metido para adelante y el otro para atrás, un desastre. Un día jugando al fútbol, uno se me rompió al mismo tiempo que se le rompió la cabeza al contrario, pues fue disputando un balón por lo alto. Solución, ir al dentista a Villablino, 4.500 pesetas la broma, no las ganaba mi padre mensualmente. Me puso la dentadura fija con un puente de oro, me duró muchos años, se me rompió en Roma, lo recuerdo bien.
Cuando me pusieron los dientes nuevos, me cambiaron el mote, pase a ser, Paul Newman, no me lo podía creer. Allí casi todas las mujeres y hombres tenemos motes, yo creo que el más popular era “cerote”, no pongo nombres por respeto, “romero”, “sandalio”, “sangre fría”, “barillas”, “rocha”, “bichito”, “el chato”, 2los cachetos”, “la diosa”, “la cacheta”, “la Ferrera”, “la churrera”, “la choba”. En los pueblos era normal, a algunos no les parecía bien, era peor, lo mejor era seguir viviendo normal.
Tengo una anécdota del “bichito” y “el chato”, eran los dos camioneros. En invierno, cuando nevaba mucho, se quedaban en casa, qué remedio. Después de comer iban a jugar al tute a casa de Paco, al lado de la estufa de leña, eran cuatro, lo otros dos podían ser cualquiera. Se jugaban el café, copa y puro, el puro era una faria que las hacían en Gijón, decían que eran las mejores farias que se hacían en España. Cuando se terminó la segunda partida, “el chato” dijo que había que echar otra, pues había perdido las dos partidas. Como no querían más cafés, ni copas, ni farias y jugaron la tercera partida y ganó el bichito, por el valor del café, de la copa y la faria, en vez de estos pidió galletas María. En casa de Paco, había de todo, un chigre típico de pueblo, afortunadamente sigue casi igual, allí están Lola y Feli, gracias de corazón, cuantos recuerdos en casa de Paco de la Mariana. A lo que iba, el bichito pidió las galletas y las quería llevar para casa, el tío Paco puso las galletas en la mesa, los que perdieron pagaron, el bichito iba a coger las galletas, pero “el chato” a puñetazos hizo polvo las galletas. Yo, como siempre, estaba presente, y allí quedaron el resto de las galletas, cada uno para su casa, al día siguiente, café, copa y puro.
Salud, paz y amor.
Vicente de casa Salvador.
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