¡Que tiempos aquellos!
Fue en primavera, en una senda a orillas del río Baqueiro, tú con tu belleza, las flores te hacían reverencia.
Nos cruzamos en aquella senda.
Ni una palabra, una mirada, parecías una Xana, nos separan unos metros, me llamas, miro tus ojos llenos de asombro y me increpas.
Sigo hacia arriba, empiezo a pensar en aquella belleza, ella, yo, y la naturaleza.
Pasaron los días, que noches aquellas, ella en mi mente y la naturaleza.
Así empezó nuestro amor, de esta manera, ella, yo, y la primavera.
Vicente de casa Salvador
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