En mis tiempos, que tiempos aquellos, había una costumbre. Cuando había una boda, todos los invitados, y también algunos que no estaban invitados, se preguntaban, “¿qué le regalamos a los novios?” La respuesta solía ser, “algo para el ajuar”.
Recuerdo que en las casas había el aparador. ¿Para qué servía el aparador? El aparador era un mueble, por si alguno tiene dudas, en el que se metían los regalos de la boda. Tenía varios departamentos. Hoy día, todavía alguien tiene un aparador como mueble del salón. Es muy difícil saber lo que allí dentro había, vajillas, juegos de café, baterías de cocina, no servían para el coche. Eran decenas de potas de todos los tamaños, cuberterías, y en otra parte juegos de sabanas, cobertores, (mantas), colchas. Era y es increíble, en el aparador estaba metida toda una vida. Y después, todo aquello quedaba para los herederos. La gran mayoría de esas cosas nunca se usaban, ni se usan. Yo tengo una amiga de toda la vida, (que siempre será mi amiga y la quiero, a pesar de que está enfadada conmigo, aunque me da igual, porque yo no me enfado nunca con nadie), que entrar en su salón es igual que entrar en un museo de cacharros, pero que orgullosa está de todos ellos. Ella tiene un año menos que yo, creo que nunca se subió a un avión, tiene todos los respetos, es libre, pero aquel aparador… Es capaz de beber agua en un bote de tomate antes que sacar un vaso de aquel aparador, ¿por qué?, porque si rompe uno de los vasos de aquel armario, se jodió el juego del ajuar. Años y años, y el aparador lleno de parásitos que nunca sirvieron para nada…
“Hija cuando te cases, está vajilla es para ti”.
La hija pone una cara… “Que depresión, el aparador para mí, no me caso” Y todo así, más o menos.
Cuando la gente empezó con otra alternativa, que era regalar, dinero, que putada, ahora no hay bodas o hay menos, así que concretando, no hay arreglo posible.
Pero queda algo por resolver…
¿Qué hacemos con el aparador?
Salud, paz y amor.
Vicente de casa Salvador.
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