Es más fácil dejar la vida pasar, a que te pase algo en la vida.
Vaya reflexión, muy complicada.
Recuerdo a un compañero de trabajo, hace años, 1969, Salvador, un día trabajando, me dijo, “Jesús, no trabajo nunca más en la vida”, y yo le dije, “estás seguro, ¿de que vas a vivir?, y me dice tan tranquilo, “no tengo ni idea, pero se acabó, hoy pido la liquidación”. Y así fue, no volvió a trabajar. Un día, paseando por Gijón, me lo encontré en un parque pidiendo, era mendigo. Lo saludé, me saludo muy amable, y le pregunto, “¿qué tal te va Salvador?, “bien, estoy dejando la vida pasar”, me responde.
Ahora me acuerdo de Salvador. Donde dormía, que comía, era mendigo, estaba vivo, no tenía nada, y yo me pregunto, ¿se equivocó Salvador?
No tenía horario, ni calendario, no lo vi deprimido, era mendigo, estaba dejando pasar la vida, y un día, no sé cuándo, se le acabó, o no, la vida.
Yo hablo por mí, me pasaron muchas cosas en la vida, nunca fui mendigo, fui esclavo, así de claro, tengo reloj, más de uno, tengo horario, siempre pendiente de la hora, tengo calendario, tengo los días marcados, siempre hay que hacer algo, y que decir del estrés, de la depresión, de la ansiedad.
Así es la vida, millones de pastillas, ¿son necesarias? Algunas seguro que no, a mí me pasa, me dice el médico, “te voy a cambiar el tratamiento”, “pero, ¿el otro no valía?” Y vuelves otra vez, y otro tratamiento. Yo creo que en todas las casas hay un departamento exclusivo para medicamentos, yo ahí los tengo, me los cambiaron, y quedaron los otros, millones de euros. Yo recuerdo cuando solo había la aspirina o un jarabe, hoy veo farmacias con más empleados que un gran restaurante.
No es una fantasía, lo puede ver cualquiera.
Que será de Salvador.
Salud, paz y amor.
Vicente de casa Salvador
Precioso
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