Ahora que estoy muy tranquilo, estoy recordando cuando yo era monaguillo. Éramos dos, pero el otro ya se murió. Q.E.P.D.
Aunque no sé si lo dejarán descansar.
Él era el encargado de pasar el cepillo, yo de hacer las obleas en la sacristía. El cura se encargaba de decir la misa, obvio. Yo me comía los restos que quedaban después de hacer las obleas, y de beber a morro algún trago de vino que, por cierto, estaba muy rico. Se puede considerar, que yo tomaba el vermut con tapa todos los domingos. Después de la misa, se reunían en el bar del Coto, el cura, el médico, el maestro y demás autoridades.
Un día, el médico le dijo al cura, “hoy no te quejarás, tenías buen, cepillo”, “cómo siempre, más o menos”, contestó el cura. “¿Siempre te echan un billete de 100 pesetas?”, preguntó el médico. “No están los tiempos para tanto”, le dice el cura. “Yo hoy te eché un billete 100 pesetas”, le dijo el médico. El cura no dijo nada. Al día siguiente, el cura no llamo a los dos monaguillos, la cosa estaba clara, no hubo ningún problema no medio explicacion, yo me quedé comiendo y bebiendo, y mi amigo y compañero de trabajo, fue despedido.
Años más tarde me di cuenta que, estoy casi seguro, que todos los domingos cogía algo del cepillo. Le hubiera sido más rentable y podía seguir haciendo lo mismo si dejara el billete de 100 pesetas y cogiera lo más menudo. Yo, seguro haría lo mismo, pero ahora pienso que bien hizo mi amigo, y que bien lo hice yo.
Pues quién roba a un ladrón tiene 100 años de perdón.
Salud, paz y amor
Vicente de casa Salvador
Laias Caldaria Orense. 2024
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